Itálica es una antigua ciudad romana situada en el actual término municipal de Santiponce de Sevilla que se levantó junto al antiguo cauce del río Guadalquivir, y se convirtió en uno de los más importantes puertos fluviales de toda Hispania.
Los orígenes se remontan al año 206 a. C., cuando el general Publio Cornelio Escipión, apodado “El Africano”, estableció un hospital de campaña en el cerro de San Antonio después de la Segunda Guerra Púnica.
La ciudad alcanzó su periodo de mayor esplendor con los reinados de Trajano y Adriano y prueba de ello es que llegó a ocupar una superficie aproximada de 52 hectáreas y obtuvo el estatus de colonia romana, copiando las instituciones a Roma. Así, Itálica fue la primera ciudad romana de Hispania y también la primera ciudad que el Imperio Romano fundó fuera de territorio italiano.
La implantación de la ciuita romana tendrá como consecuencia más inmediata la asignación de tierras entre los ciudadanos, la creación de un nuevo paisaje agrario y la introducción del sistema de explotación romano de la uilla. La uilla, un centro de explotación agrícola familiar que tenía como objetivo esencial la producción agrícola y exportación de aceite de oliva o de vino, entre otros. Principales fuentes de ingresos para las familias de Itálica durante este periodo.
La fabricación del aceite, aportación de los colonos fenicios, estaba llamada a cumplir un trascendental papel en el futuro económico peninsular. De todas las regiones de Hispania, la Bética fue la de mayor prestigio por lo favorable del terreno para el cultivo olivarero, por las bases ya existentes en la zona y por la calidad de su aceite.
Independientemente de que ya existiese su cultivo, la expansión del olivar en el sur hispano debió producirse partir de la colonización agraria de César y Augusto, pues ya en el s. I d.C., cuando empiezan a encontrarse restos de Dressel 20 (el contenedor de aceite por excelencia) por distintos puntos del Imperio.
El despegue definitivo y la conversión del aceite procedente de la Bética en el producto agrícola hispano por excelencia, está claramente relacionado con los problemas de abastecimiento alimentario generados en el Estado romano.
Casi toda la orilla del Mare Nostrum y Asia Minor podía proveerse de la producción local, ya que allí donde aún no existía un cultivo racionalizado, los romanos lo llevaron consigo. Pero dos puntos estratégicos presentan carencia o déficit de producción aceitera: uno lo constituyen las provincias del norte, Britania y Germania, el otro la propia Luz del Mundo:
¡ROMA!
En efecto, la capital del imperio no tiene suficiente con el aporte de la Umbría y la Liguria, en manos de patricios terratenientes que gestionan mal sus fincas y venden su finísimo aceite de olivas verdes a las empresas perfumeras donde obtienen mejor precio. Así que los prefectos encargados de la cosa se ven obligados a buscar un origen con abundante terreno, clima propicio, ausencia de escaramuzas fronterizas y transporte breve y eficiente al puerto de Ostia. Y lo encuentran al sur de la Hispania Ulterior: la Bética.
Hispalis (Sevilla), Corduba (Córdoba), Catria (Lora del Río), Astigi (Écija) o Canama Fluvium (Alcolea del Río) son durante los tres primeros siglos de nuestra era los abastecedores oficiales de aceite de oliva a la ciudad de las siete colinas.
Este cuasi monocultivo se alterna en la economía local con otro directamente relacionado: la producción por centenares de ánforas modeladas con las rojas arcillas andaluzas y destinadas a transportar el zumo a su destino, inicialmente a través del puerto de Carthago Nova (Cartagena), pero no mucho después directamente desde el puerto fluvial de Itálica (Sevilla), desde donde también se expedía a las tropas en Germania. En consecuencia, el Estado Romano se convirtió en un cliente obligatorio y seguro, así como en el principal consumidor del aceite bético.
Itálica fue la urbe de mayor esplendor de la Betica romana. Como escribió el poeta, viajar a esta urbe romana es una gran fábula en el tiempo. Sus ruinas representan cuánta fue la grandeza de Roma en la Península y cuánta su posterior decadencia.
Fuentes: